Hacer análisis médicos para descartar enfermedades de carácter
orgánico (en particular trastornos endocrinos, circulatorios, dificultes
de tensión arterial, etc.)
Una vez establecida la causa psicológica hacer una reflexión acerca
de cómo estamos viviendo, en qué puntos nos estamos ‘pasando de la raya’
y qué medidas de salud podríamos tomar (descanso, alimentación,
ejercicio, diversión, cambio de actitudes).
Llevar vida normal (llevar vida de enfermo incurable no nos hace
sentir precisamente normales). La causa de la ansiedad no es externa
sino interna, así que el mundo no tiene la culpa y sería inútil tomar
medidas de precaución porque el miedo puede perfectamente cambiar de
‘tema’ una vez que cedemos en evitar determinada circunstancia.
Evitar todo tipo de anticipación o pensamiento sobre la ansiedad:
esta es la causa más importante del mantenimiento y crecimiento de la
ansiedad. Una especulación es cizaña que sembramos y provoca mayor
inseguridad. Lo correcto es ‘vivir sin pensar’ hasta que llegue el
momento X, en el cual nos limitamos ha hacer lo que sigue a
continuación.
Tener preparado un guión para decirnos es ese momento (este guión se
ha podido preparar previamente con un psicólogo, y contiene
fundamentalmente la idea de lo que nos pasa en que tenemos mucho miedo,
pero el miedo no nos hará morir, y simplemente es algo que ‘bajará’ en
la medida de que actuemos con normalidad. No me muero, es sólo miedo.
Respirar hondo. Si notamos cosquilleos en las puntas de las manos o
en los pies significa que estamos ventilando o oxigenando más de la
cuenta y que lo que interesa en ‘parar’, por lo que aguantaremos el aire
contando tranquilamente uno, dos, tres, cuatro, y expulsaremos el aire
suavemente, y repetimos la operación hasta notar que de esta forma
introducimos menos exógeno, desaparece el síntoma del cosquilleo y nos
resulta más cómoda la respiración.
Mirar algo y centrar la visión en el mundo externo (veo un cuadro,
una matrícula de coche que comienza por… ) Este ver-afuera nos ayudada a
saber si vemos bien y a recuperar la agradable sensación de equilibrio.
También conviene oir-fuera (que sonidos escucho, que canción suena,
cómo oigo mi propia voz) y tocar alguna cosa como mi ropa, un mueble, un
objeto cualquiera, para dirigir los canales sensoriales hacia el
exterior. Todas estas medidas conducen a comprobar si nos estamos
desmayando o mareando o si estamos ‘funcionales’. Cuanto antes
comprobemos nuestro estado y salgamos de la inmovilidad, antes podemos
cercionarnos de que nuestro estado es mejor de lo que parece.
Continuar haciendo lo que estamos haciendo (si estábamos haciendo
algo) o inventarnos una tarea. Es muy probable que la situación de
pánico se de encerrados en una coche, en un aula o despacho, esperando
en la cola del banco o para pagar en el supermercado (preferiblemente
con personas detrás y delante impidiéndonos la huida). Entonces hacer
algo puede ser hablar, curiosear, pensar lo que comimos la semana
pasada, escribir algo, escuchar o tararear música, o cualquier cosa que
tenga la suficiente garra para distraernos).
Esperar los minutos necesarios para relajarnos (pensar que cuando uno
se altera tarda un ratito en serenarse, es importante no confundir esto
con que ‘fracasamos’ en el control, así que no hay que tomarse como
algo ‘raro’ el que tardemos nuestros cinco o diez minutos en lograr
tranquilizarnos.
No enfadarse (pensamientos como “!otra vez!”, “¿qué hecho yo para merecer eso?”, “¡esto es espantoso!” “!soy débil!” y similares aportan tanto nivel de adrenalina a la corriente sanguínea como la ansiedad. Además esta ira contribuye notablemente a que la próxima vez parezca más infernal.
También está totalmente contraindicado deprimirse como si a uno le
estuviera sucediendo alguna gran desgracia o tuviera la peor suerte del
mundo. Esto solo hacer que agrandar al ‘enemigo’ haciendo que la
ansiedad parezca más tirana, abusiva e todopoderosa que nunca. En vez de
deprimirse es más útil animarse todo lo que uno pueda haciendo cosas
que compensen el mal sabor de boca dejado por el momento de pánico
(actividades lúdicas o que nos den paz, goce y nos reconcilien con la
vida como la buena música, la buena lectura, la buena conversación o el
goce estético de las cosas). Uno puede hacerse algún tipo de ‘regalito’
como un remedio curativo muy eficaz para ‘minimizar’ la fuerza del
miedo. Hay que recordar que tomarse las cosas con humor es un buen
método para solucionar todo tipo de problemas de salud y de la vida en
general. (Algunas personas en fase de superación suelen hablar con su
miedo diciéndole “así que ya has venido a molestarme un poco ¿no?, pues
has de saber que ya no me impresionas porque sé que mucho ruido pero
sólo eres un poco de ansiedad fisiológica inocente, así que ahora ¿qué
cosa agradable podríamos hacer? ¿tal vez hablar con esa persona
encantadora que tanto nos gusta? ¿tal vez nos podemos ocupar en algo
útil e interesante que nos permita cambiar de tema? …”).
Dejarse ayudar por un profesional. Es una lástima que muchas personas
tengan alergia a dejarse ayudar por un psicólogo como si su valía
personal quedara en entredicho, porque de igual modo que nos dejamos
orientar por un asesor fiscal, un inversor financiero, o el maître de un
restaurante, es más síntoma de inteligencia y sensatez que de otra cosa
contar con el asesoramiento de un psicoterapeuta especialista en
trastornos de ansiedad. Todos los puntos anteriores y otros más quedan
mucho mejor aclarados y sobre todo, puestos en práctica, con el apoyo
del psicólogo, de forma que nos aseguremos del éxito en el control de un
miedo que ya se ha apoderado de nosotros. Ya sé que estamos en la era
del bricolaje, hágaselo usted mismo y de la auto-ayuda y que ésta misma
información la ha encontrado usted en internet, pero tampoco que hay
exagerar tanto que pongamos en peligro nuestra propia salud y calidad de
vida sólo por evitar el contacto del profesional. Si tiene ataques de
pánico y/o agorafobia, dedique tiempo y medios necesarios para su
solución correcta y completa
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