Dr. James Vallejo Quintero M.D Julio 05 de 2012.
Una anomalía de frecuente presentación clínica, es la disfunción del sistema formado por huesos y
articulaciones, área de tradicional
tratamiento por parte de la Medicina Clásica a través de las
especialidades de Traumatología y de Reumatología, pero, no siempre con
resultados curativos definitivos, ya que las terapias son esencialmente
de tipo sintomático, con la sola excepción de los traumatismos del
sistema afectado, donde la cirugía y la posterior rehabilitación
entregan resultados razonables.
Este tipo de alteraciones son
englobadas por la Medicina Clásica, en muchos casos bajo el nombre de
Reumatismo que para todo efecto práctico significa afecciones del
aparato locomotor y de los tejidos circundantes y que dan origen a
DOLOR, INFLAMACIÓN Y UN CIERTO GRADO DE LIMITACIÓN FUNCIONAL.
Esta clasificación, no otorga
ninguna ventaja al clínico ni al enfermo, porque se sigue tratando
materias desconocidas en su origen y por lo tanto de tratamientos
exclusivamente tentativos.
En estricto rigor este término de
reumatismo no clarifica ninguno de estos cuadros clínicos, como tampoco
su origen y por lo tanto su tratamiento se complica y no otorga grandes
espectativas, ni al clínico ni al enfermo.
En Medicina Biológica, hemos
comprobado la constante neoformación y regeneración ósea de la
articulación témporo-mandibular (ATM), que constituye la articulación
más compleja del organismo humano junto con la del atlas y el cráneo,
además de una permanente adaptación funcional de ésta, lo que nos ha
llevado a aplicar en las demás articulaciones.
Paralelamente a la disfunción
articular de la ATM, se presenta la injuria local traumatológica, del
tipo microtrauma crónico y un cierto grado de acidosis localizada,
situación que hemos comprobado, es similar, en otras articulaciones
esqueletales, afectadas de patologías dolorosas e invalidantes
Un signo clásico de la disfunción articular
del resto del organismo, que hemos comprobado reiterativamente, es la
disminución del ión magnesio en la sangre y la presencia de cálculos de
fosfato de calcio en la cavidad bucal.
Se explica la presencia de los
últimos, por la falta de magnesio local y por la salida del ión fósforo
del tejido ósea hacia el SUERO SANGUÍNEO, generando la alteración del
hueso alveolar o parodontopatia.
Debe recordarse que fisiológicamente el ion magnesio equilibra al ion calcio y ion fósforo y estabiliza a este último.
Cuando este ion fósforo abandona los
tejidos duros, se aprecia como un alza en su nivel sanguíneo, superando
al ion magnesio y abandonando el estricto equilibrio y su relación
correcta de 1 : 1.
El fósforo saliente al pasar cada
siete minutos por el higado daña al hepatocito generando el llamado
"higado graso o degeneración grasosa hepatica "
Por
lo tanto, es preciso efectuar un acucioso examen y análisis sanguíneo y
urinario del afectado, buscando la presencia de hipomagnesemias, como
de acidosis, exámenes que en el campo de la Medicina Clásica
(traumatologia y reumatología) no son de uso habitual.
La clásica discusión de Gottlieb y
su Escuela defendiendo esta posición de una alteración de tipo orgánico o
basal contra la posición de la Escuela de Insbruck, que sostenía que la
lesión se generaba a partir de causas locales, en la actualidad con los
estudios y análisis electrolíticos otorgan la razón a Gottlieb quien
dió a conocer sus observaciones sobre el tema en el año 1936.
La presencia de una disfunción
electrolítica, es frecuente en estos enfermos portadores de trastornos
osteoarticulares, ya sea por la vía de la carencia o por excesivo
consumo biológico diario de éstos elementos, generándose un
desequilibrio, el que al ser corregido, permite la regresión hacia la
normalidad, puesto que se elimina el factor desmineralizante de las
superficies articulares.
En Medicina Biológica hemos comprobado que
la alteración electrolítica que se genera, provoca a su vez, en forma
habitual, una alteración del funcionamiento del eje hipotálamo /
hipofisiario lo que conlleva a un cierto grado de un irregular
funcionamiento hormonal, con desregulación de éste y del peso corporal,
además de un mal manejo hepático del colesterol y alteración de las
corticales óseas, especialmente de las superficies articulares.
El mal manejo del colesterol
(alteración de los valores normales y distribución), influye
negativamente en la calidad de las paredes de los vasos sanguíneos de
las áreas afectadas, configurando con ello un factor negativo tanto
nutricional, como toxicológico, situación que favorece la presencia de
enzimas, del tipo lisosomas, las que constituyen un irritante del
complejo osteoarticular, generando dolor e inflamación por acumulación
de prostaglandinas y leucotrienos.
PESO Y MICROTRAUMAS
La anormalidad del peso corporal, derivado
del mal metabolismo, provoca esencialmente, un aumento del mismo, lo que
provoca un microtrauma sobre la región afectada, agravando el cuadro
clínico osteoarticular.
De acuerdo al estudio efectuado en
la Universidad John Hopkins, quienes tienen un exceso de peso tienen un
riesgo dos veces mayor de adquirir osteoartritis.
Bastan diez kilos de sobrepeso para
provocar un esfuerzo excesivo a las articulaciones y ocasionar la
desintegración progresiva del cartílago articular.
La normalización electrolítica,
permite al organismo, readquirir los elementos perdidos y reprocesar
adecuadamente los elementos nutricionales del hueso afectado.
El correcto ejercicio (elongación y
rotación), permite controlar el sistema y redistribuir estos elementos
en los puntos y lugares adecuados, eliminando la osteoporosis y pérdida
de láminas duras, a la vez que se logra readecuar la tensión normal de
los tendones y ligamentos.
Cómo logramos reprogramar el hueso ?
La reprogramación del sistema óseo es un
procedimiento desconocido en la Medicina Clásica, pero en cambio es un
recurso terapéutico habitual en Medicina Biológica.
La reubicación exacta, en Clínica, de estos
microelementos, en los puntos focales o dañados, es posible obtenerla
mediante el uso de la Homeosiniatría o la Sueroterapia, utilizando los
isoterápicos correspondientes al órgano afectado.
Este es un notorio avance de la Homeopatía Moderna combinada con la Inmunología.
Esta
variante de la Inmunología y Homeopatía, permite lograrlo, tal como lo
hemos experimentado en nuestros casos clínicos, ya que señala la zona
dañada, en forma de aumento del dolor y/o aparición de dolor en aquellas
áreas esqueléticas, sujetas a deterioro.
Su uso permite durante 3-4 días, hacer un mapeo exacto de los lugares donde existe daño.
Es recomendable administrar simultáneamente colágeno, para recuperar esta parte perdida del osteoide.
Esto puede obtenerse de productos naturales
tales como el cartílago de tiburón, colapez y gelatinas. O de productos
homeopáticos y farmacológicos como el cartílago suis Zetadib, traumadib
o el MSM (Metilsulfonilmetano).
La modificación de los hábitos
perjudiciales, eliminando aquellos que son antagónicos al hueso, tales
como el azúcar y los nitratos, a la vez que el levantamiento de la
barrera inmunológica del enfermo, nos permiten lograr importantes
resultados.
El cuadro clínico, más habitual, es la denominada "artritis", enfermedad
que cubre más de 140 tipos diferentes pero que a nuestro juicio, bajo
el criterio de Medicina Biológica, no es más que la manifestación de un
cierto tipo de toxicidad orgánica, esencialmente derivada del mal manejo
orgánico de las proteínas la que se manifiesta de acuerdo al código
genético respectivo, en lugares diferentes del organismo.
Los estudios sobre la materia
(1991), atribuyen la culpa a la proteína llamada ciclooxigenasa-2 o
COX-2 que es la que genera la inflamación en las artritis. En este año
2000 se le atribuye la responsabilidad a los linfocitos B quienes
desconocerían a los tejidos normales, atacándolos, es decir un trastorno
de la inmunidad.
Debe diferenciarse de la proteína
cicloxigenasa-1, que es la que el organismo genera para proteger la
mucosa gástrica y otras mucosas de los efectos irritativos, la que no
debe bloquearse por los efectos secundarios negativos que genera su
ausencia (Don Young U.de Rochester).
Básicamente las artritis constituyen una
inflamación crónica que degenera tanto los cartílagos intrarticulares,
como erosiona el hueso anexo, provocando impotencia funcional, dolor y
rigidez.
En su forma más severa, la artritis reumatoidea, produce deformación de los elementos articulares.
La osteoartritis se caracteriza porque habitualmente no causa enrojecimiento
local, como tampoco calor o inflamación articular. Inicialmente afecta
un solo lado del cuerpo. Se desarrolla lentamente a lo largo de los años
y no causa síntomas generales, salvo la presencia de sarro dentario
duro. En el caso de las rodillas afectadas, éstas se doblan hacia
afuera.
Aparecen osteofitos (puntas óseas),
los que a nuestro juicio son solamente los restos de partes duras que
permanecen una vez que se ha producido la desmineralización local. Este
proceso es similar a la gérnesis de la caries dentaria en lo referente a
desmineralización.
Hay reducción del espacio articular
por la misma causal, aparecen los nódulos de Heberden y de Bouchard a
nivel de las articulaciones falángicas.
La artitis reumatoidea, en cambio
provoca dolor, enrojecimiento e inflamación de las articulaciones.
Afecta bilateralmente las mismas articulaciones.
Produce
dolor articular y muscular, rigidez matutina prolongada, dolor ante la
movilización y presión, limitación de la flexión articular y de la
movilidad, atrofia muscular.
Causa síntomas generales tales como fatiga, pérdida de peso e hipertermia.
Tiene
inicio rápido y súbito en días o meses y se encuentra acompañada de
ciertos signos tales como que la rodilla se dobla hacia la línea media,
se produce erosión de hueso, reducción del espacio articular e
inflamación del cártílago.
En la Medicina Clásica se le
considera como una enfermedad autoinmune, inflamatoria, sistémica, de
origen esencial o desconocido. Habitualmente se clasifican como
enfermedades autoinmunes a muchas de las cuales se desconoce su origen y
se presume que son derivadas de un desequilibrio del sistema inmune.
Afecta a todos los grupos étnicos
siendo prevalente en la mujer en relación 3:1, con respecto al hombre y
aparece aproximadamente en el 1% de la población.
Termina con gran deformidad y constituye una enfermedad invalidante.
Existe una pre-disposición genética y una
determinada asociación con el sistema de histocompatibilidad de clase
II, siendo el DR-4 el asociado más frecuente.
Esta
asociación, sin embargo, no se encuentra clara a la fecha, sin embargo
la relación de los antígenos HLA, con el desarrollo de la respuesta
inmune, sugieren que éstos puedan regular los mecanismos implicados en
la enfermedad.
Existen factores desencadenantes de
carácter traumático, tóxico o infeccioso, lo que hace presumir la
potencial presencia de microorganismos causales.
Existen igualmente factores perpetuadores de la artritis reumatoidea, entre ellas las hormonas sexuales femeninas.
Los primeros signos de inflamación
aparecen en la membrana sinovial, esencialmente la proliferación de
células mononucleares del lipo linfocitos CD4+, macrófagos y células
dendríticas que emiten citocinas que mantienen la respuesta
inflamatoria. En Medicina Clásica no existe certeza del porque estas
células normales se transforman en células agresivas. En Medicina
Biológica se considera que el aumento de la toxicidad del líquido
extracelular, sería la causa que desencadena el proceso natural de
defensa.
En el líquido sinovial aparece una
activación del sistema del complemento, con liberación de sustancias con
actividad quimiotáctica que atrae las células polimorfo-nucleares
(cicloxigenasa-2).
Su apreciación más frecuente es la siguiente:
- -articulaciones de las falanges 88%
- -articulaciones del carpo 87%
- -rodillas 69%
- -tobillos 60%
- -articulaciones metacarpo falángicas 70%
- -hombros 25%
- -columna cervical 12%
- -codos 40%
- -Sindrome de Sjöegren 40%
- -articulación atloaxoidea 25%
- -columna cervical 12%
- -interfalángicas distales 5%
- -caderas 2%
Curiosamente no se describen trastornos de la Articulación Témporo Mandibular
ESPONDILITIS ANQUILOSANTE
Se agrupan, entre estas las artropatías que tienen como carácter común, lo siguiente:
-negatividad del factor reumatoídeo en el suero sanguíneo
-ausencia de nódulos subcutáneos reumatoides
-sacroiletis radiológica
-lesiones cutáneas psoriáticas, eritema nudoso
-manifestaciones inflamatorias mucosas
-elevada prevalencia del antígeno de histocompatibilidad HLA-B27.
Existe la sospecha de que todas ellas, pertenecen a un mismo tipo de causa básica.
En todas ellas se aprecia que las moléculas
HLA se fijan a los péptidos extraños, en las células presentadoras de
antígenos, e interactúan después con los receptores de los infocitos T,
manteniendo la inflamación crónica.
Es esencialmente una enfermedad inflamatoria del raquis, que tiende a la anquilosis.
Es de claro predominio masculino ( 70%) y
tiende esencialmente a presentarse a nivel de las articulaciones
sacroilíacas, con un dolor profundo y sordo a nivel de las nalgas,
especialmente en las mañanas.
Sin embargo, no son raros los casos que se
inician a nivel vertebral lumbar, generando lumbalgias agudas
intermitentes o continuas, generando episodios altamente dolorosos.
Entre sus secuelas se encuentran las
artritis periféricas, la uveítis aguda, insuficiencia valvular aórtica,
estenosis subaórtica, trastornos de conducción, amiloidosis y afecciones
pulmonares con reducción de la capacidad respiratoria.
Su comienzo es entre los 15 y 40 años y debe pesquisarse esencialmente en los portadores jóvenes de lumbagos y lumbopatías.
QUE SE PIENSA AL RESPECTO EN MEDICINA BIOLÓGICA ?
1.- El uso de corticoides,
sabemos que involucra no solamente una eficaz acción antiinflamatoria
sino que también un más eficaz campo de acción a las infecciones, ya que
destruye la barrera inmune y produce una salida de electrolitos
intracelulares.
2.- El uso de un producto que elimina los
linfocitos de la serie B, cuya función orgánica normal es producir
anticuerpos, para actuar ante tipos de antígeno cuya especificidad se
encuentra registrada y en la memoria celular del sistema inmune, se
encontraría actuando sobre la médula ósea que es el órgano que produce
estos linfocitos B.
Si su efecto es sobre las células ya
maduras que se encuentran en los órganos linfoides tales como el bazo,
ganglios linfáticos, mucosa respiratoria, tubo digestivo, amigdalas,
adenoides y placas de Peyer, nos encontraríamos ante un producto que
destruye células normales y de alta utilidad para el organismo.
Los linfocitos son las células
inmunocompetentes y que responden con especificidad y memoria frente al
estímulo antigénico, mediante anticuerpos. Es decir son un claro
instrumento de defensa del organismo. El anular los mecanismos de
defensa no es una terapia prudente, sino que por el contrario un
mecanismo generador de nuevas enfermedades.
La inflamación es un mecanismo de
defensa del organismo, donde éste en forma natural y ante el estímulo
tóxico antigénico, responde reordenando los elementos figurados de la
sangre y coloca a los linfocitos en la periferia del vaso sanguíneo,
para facilitar su salida al exterior y combatir la agresión.
El uso de antiinflamatorios
de cualquier origen produce un enmascaramiento de la causa del problema
y transforma este, de un proceso agudo temporal a uno crónico o
permanente haciendo que los linfocitos tanto B como T recuerden al
antígeno agresor y vayan respondiendo cada vez más con mayor
agresividad, en perjuicio del enfermo.
En
Medicina Biológica se va esencialmente al factor causal, que por lo
general es un aumento de la toxicidad del espacio básico de Pischiger
(líquido extracelular), lo que modifica este medio acidificándolo.
Este aumento del medio ácido produce una
descalcificación de las superficies óseas en los complejos articulares,
generando una rugosidad local, la que ante el movimiento de estas,
comienza a irritar los elementos intrarticulares (sinoviales) que se
inflaman generando el trastornos local doloroso.
Por ello en toda terapia
antiartrítica hay que proceder a drenar el espacio básico de Pischinger;
alcalinizar al paciente; neutralizar la ingesta de ácidos mediante una dieta
sana adecuada; restablecer el equilibrio electrolítico alterado;
restablecer la calidad de las sinoviales y meniscos interarticulares,
devolviendo a estos sus elementos nutricios tales como la condroitina y
ácidos grasos esenciales.
Cuando se pierden electrolitos de
tipo intracelular tales como el calcio, magnesio y potasio, se produce
un trastorno del metabolismo lipídico afectándose el proceso hormonal y
el proceso nervioso situación que se manifiesta como stress y ello
explica el problema psicoendocrino que se aprecia en estas patologías.
Finalmente, no debemos olvidar que
la Artritis, no es una enfermedad en sí misma, sino que un síndrome que
es producido por otros cuadros patológicos de mayor envergadura. Este
proceso local debe tratado desde el punto de vista sistémico sin alterar
los mecanismos normales de defensa del organismo.
La inmunoterapia en la artritis
reumatoidea incluye el uso de moléculas producidas por células del
sistema inmune, o que participan en reacciones inflamatorias así como
formas recombinantes de dichas moléculas. El desarrollo de anticuerpos
monoclonales condujo al ensayo de terapias anticélulas T sin resultados
alentadores. El tratamiento con anticuerpos monoclonales antifactor de
necrosis tumoral alfa resulta prometedor actualmente; así como el uso de
citokinas recombinantes que condicionen el predominio de células T
cooperadoras tipo 2.
El tratamiento de las enfermedades
reumáticas se ha desarrollado empíricamente con escasa relación con los
mecanismos etiopatogénicos, 1, 2 sin embargo los avances en la
inmunología y la biología molecular, permiten encontrar medios para
interferir estos mecanismos a través del uso de diversos agentes
biológicos naturales y/o formas recombinantes de los mismos.3-6
La artritis reumatoidea (AR) constituye uno
de los modelos más estudiados en el plano de la inmunoterapia en la
actualidad, y se han encontrado diversas propuestas en dependencia del
blanco terapéutico.
El complejo trimolecular formado por
el antígeno, las moléculas del sistema mayor de histocompatibilidad
(HLA clase II) y el receptor específico para el antígeno sobre el
linfocito T (RCT), constituyen el blanco terapéutico más importante para
prevenir y tratar en un futuro la AR.
La inmunoterapia se ha orientado además al
uso de anticuerpos monoclonales (AcM) dirigidos contra los marcadores de
superficie de linfocitos T, aunque los resultados no han sido muy
esperanzadores7-9 y por lo tanto en la actualidad parece obtenerse el
mejor beneficio clínico alterando el balance de las citokinas;10-12 ya
que existe una relación entre diversas enfermedades y los patrones de
citokina que producen los linfocitos T cooperadores (Th), que como
sabemos, se clasifican en TH1 (productores de interleucina-2 e
interferón gamma) y TH2 (productores de interleucinas.4, 5, 10, 13 Estas
poblaciones linfocitarias pueden regular sus actividades entre ellas en
un proceso dinámico, por lo que está demostrado que en la AR predomina
la presencia de citokinas TH1 o proinflamatorias, que inducen y
mantienen la activación de macrófagos con producción de interleucina-1,
factor de necrosis tumoral alfa (TNF), por lo que sería razonable que
desplazar el balance de citokinas hacia el área de citokinas
antinflamatorias (TH2) provocaría mejoría clínica de los pacientes.
Propuestas terapéuticas
Considerando como blanco terapéutico
la célula presentadora de antígeno (CPA) se ha experimentado el uso de
AcM contra moléculas HLA clase II, pero éstos han disminuido
notablemente la población linfocitaria B e interfieren la presentación
fisiológica de los antígenos, además de resultar muy tóxicos. Con
resultados alentadores se ensayan AcM anti-HLA DQ en animales con
artritis inducida por colágeno. Por otra parte se usan vacunas con
péptidos sintéticos basados en la estructura de las moléculas HLA clase
II (DR4), pues el desarrollo de anticuerpos contra estas estructuras
bloquearía la presentación de los probables antígenos relacionados con
la enfermedad.4, 5
Al referirnos
al antígeno como blanco de tratamiento, independientemente de que
antígenos de origen infeccioso podrían relacionarse con la AR, en el
plano de los antígenos propios la modalidad terapéutica más prometedora
sería la tolerancia por vía oral; es decir la capacidad de suprimir la
respuesta inmune a un antígeno administrado por vía oral.13, 14 En este
caso algunos ensayos clínicos13 muestran que la administración oral de
colágeno tipo II en bajas dosis podría hipotéticamente inducir células
TH2 en el intestino y éstas migrar al tejido del órgano afectado y
suprimir localmente a los linfocitos T patogénicos mediante la
liberación de citokinas inhibitorias (interleucinas 4, 10, factor
transformante del crecimiento beta) que actuarían sobre cualquier célula
adyacente.
Respecto al RCT como blanco
terapéutico deben considerarse el uso de AcM anti-RCT y la vacunación
usando idiotipos del RCT. En este sentido, a pesar de que en algunos
animales los estudios sobre la expansión clonal de células T
infiltrantes en la membrana sinovial han demostrado una respuesta
oligloclonal de la población linfocitaria T, en humanos no han resultado
exitosos los intentos de aislar clones de células T autorreactivas
específicas para la AR, y en ocasiones se ha propuesto la existencia de
poblaciones policlonales de células T sinoviales, por lo que el éxito
terapéutico dependerá de definir estas poblaciones de células T
artritogénicas.15
La terapia anti-células T está dirigida al
uso de AcM contra marcadores de superficie de los linfocitos T e incluye
el uso de: anti CD7, anti CD5, anti CD52 y anti CD4. Estos estudios en
general han sido desalentadores pues la terapia provoca una marcada
depleción celular que no corresponde al beneficio clínico, un efecto
importante sobre los monocitos, marcada toxicidad y aún no se ha
determinado si existe eficacia de estos anticuerpos sobre el
comportamiento sinovial o si llegan en forma adecuada.7-9 Por todo ello
aún no se recomienda el uso completo de los agentes evaluados.
Por otra parte se ensaya el uso de
AcM contra las moléculas de adhesión, ya que en la actualidad se conoce
que la interacción de múltiples estructuras de superficies celulares de
los leucocitos circulantes, con los receptores celulares endoteliales,
desempeñan un papel fundamental en la respuesta inflamatoria.
En la AR las moléculas de adhesión
ICAM-1, presentes en macrófagos y células endoteliales, interactúan con
el ligando LFA-1 (leucocitos y linfocitos) y rigen las interacciones
endotelio-leucocitos en la respuesta inflamatoria sinovial. El uso
experimental de AcM anti CD54 (anti ICAM-1) interfiere el reclutamiento
linfocitario en la articulación, y reporta mejoría clínica de los
pacientes.16
Otra posibilidad terapéutica actual
es el uso de citokinas recombinantes con actividad antinflamatoria, que
al desplazar el balance de citokinas hacia el área T cooperadora 2(TH2),
podría obtenerse beneficio. En este sentido deben señalarse los efectos
y propiedades inmunorregulatorias de las interleucinas 4 y 10 que
constituyen potentes inhibidores
del interferón gamma, estimulan la producción del antagonista del
receptor de interleucina 1 (IL-1) e inhiben la actividad de la
colagenasa y la resorción ósea. Ambas citokinas tienen efectos
sinérgicos y aditivos, recomendándose su uso simultáneo.10-12
Otros agentes biológicos en estudio
son los inhibidores de las citokinas con capacidad inflamatoria: IL-1,
el receptor soluble de interleucina 1(IL-1rs), el receptor soluble del
factor de necrosis tumoral alfa (TNF) y los AcM dirigidos contra el TNF
alfa.3-16, 17
Los AcM anti TNF alfa constituyen la
aplicación práctica más exitosa en la inmunoterapia en AR, y se han
usado en ensayos clínicos en dosis desde 1-10 mg/kg endovenoso
reportándose notable mejoría. El TNF alfa es una monokina devastadora de
cartílago, observándose niveles elevados en líquido y membrana
sinovial. El bloqueo de TNF alfa conduce a importantes disminuciones de
la producción de citokinas proinflamatorias, (IL-1, IL-6, IL-8). La
escasa duración de los efectos del tratamiento en relación con la
aparición de anticuerpos anti-idiotipos y la posibilidad del desarrollo
de nuevos autoanticuerpos, sumado al alto costo de producción de los
AcM, ha condicionado a evaluar la posibilidad de inhibir biológicamente
la producción del TNF alfa, y se ha comprobado que la transcripción del
gen que codifica para esta monokina podría ser inhibida por agentes
antioxidantes, inhibidores de la fosfodiesterasa.
Por último debemos considerar la
terapia génica en el tratamiento de la AR, o sea la posibilidad de
expresar en las articulaciones de los pacientes genes específicos que
codifican la síntesis de proteínas con gran potencial antiartrítico
(inmunosupresor, antinflamatorio, condrorreparador, condroprotector).
Estas proteínas podrían ser: citokinas (IL-1, IL-4, IL-10, IL-13),
anticitokinas (IL-1, TNF alfa Rs), inhibidores de las metaloproteínas,
entre otras. : Coenzyme compositum, Ubichinon, traumadib, Galiumdib,
entre otros.
La incorporación de genes (que
codifican para estas proteínas) en las células de la membrana sinovial
permitiría que estos productos sean secretados directamente al espacio
articular, y así al alterar genéticamente la articulación enferma, ésta
se convertiría en el sitio de síntesis de su propio agente terapéutico.
Esta terapia génica puede ser local o sistémica y en esta última forma
la inyección intramuscular de determinados genes derivaría la
terapéutica a localizaciones extrarticulares.19, 20
Estrategia homotoxicológica
Detoxificación: nux vómica, berberis, lymphomiosot,
Inmunomodulación: Galium, Echinacea, Engystol.
Bioregulación: Hepedib, zetadib, traumadib
En conclusión
El tratamiento basado en los tres pilares de la Homotoxicología:
Detoxificación,
inmunomodulación y bioregulación, además de las recomendaciones
nutricionales y de calidad de vida nos han acercado a una respuesta
terapéutica acertada.
Eventos en los que la propuesta terapéutica no funcionaría:
Factores como psicológicos, ambientales,
mecánicos, nutricionales o metabólicos que generen carga tóxica y
respuesta inflamatoria, o interrumpir el tratamiento, son las
principales causas de remisión de la enfermedad, Igualmente se debe
considerar el curso de la enfermedad para establecer los tiempos de
respuesta.
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Recibido: 3 de junio de 1998. Aprobado: 17 de noviembre de 1998.
Dra. Virginia Torres. Calle Cárdenas # 58, primer piso, Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba.
1 Especialista de I Grado en Medicina General Integral. Policlínico "Dr. Diego Tamayo". Ciudad de La Habana.
2
Especialista de I Grado en Inmunología. Hospital Clinicoquirúrgico "10
de Octubre". Servicio Nacional de Reumatología. Ciudad de La Habana.
3 Especialista de I Grado en Geriatría y Gerontología. Hospital Clinicoquirúrgico "Joaquín Albarrán". Ciudad de La Habana.
4
Especialista de II Grado en Inmunología. Hospital Clinicoquirúrgico "10
de Octubre". Servicio Nacional de Reumatología Ciudad de La Habana.
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